viernes, 15 de mayo de 2015

chacmool: Idolo de un pueblo

Una de las esculturas más peculiares de la arqueología mexicana es sin duda la que conocemos con el nombre de Chac Mool, encontrada principalmente en las zonas de Chichén Itza y Tula.

Se trata, en la mayoría de los casos, de una figura humana reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada, en cuyo vientre descansa un recipiente circular o cuadrado. El nombre maya con el cual se le conoce fue asignado por el viajero Auguste Le Plongeon, quien en sus excavaciones en Chichén Itzá encontró una de estas esculturas y la trasladó a Mérida a finales de 1874. Tres años después la figura se envió a la ciudad de México, lo que provocó una fuerte protesta por parte de su descubridor.

Posteriormente se han encontrado otras esculturas de este tipo en diferentes lugares de Mesoamérica, si bien son más abundantes en Tula, Hidalgo, y en Chichén Itzá, Yucatán, sin olvidar que en la Ciudad de México se han hallado varias, como la que se recuperó en 1943 en la calle de Venustiano Carranza, que está labrada en el típico estilo azteca, o la excavada frente al adoratorio de Tláloc en la etapa II (1390 d.C.) del Templo Mayor de Tenochtitlan, la cual aún conserva sus colores originales.

Como ejemplo de un Chac Mool tolteca traído de Tula a Tenochtitlan está el que encontramos entre los cimientos de la Casa de los Marqueses del Apartado, en la calle de Argentina, frontera al Templo Mayor. Guarda la posición ya conocida y sobre el vientre presenta un recipiente rectangular, pero además lleva amarrado un navajón en el brazo, tal como lo vemos en los Chac Mool de factura tolteca. Posiblemente fue decapitado, pues la cabeza no se encontró en las labores de rescate.

Ahora bien, ¿qué representan estas enigmáticas figuras? Hay diversas interpretaciones acerca de su función. Por un lado, cabe aclarar que siempre han sido encontradas en contextos sagrados, es decir, asociadas a pequeños altares, como en el caso de Tula y Chichén Itzá, a juegos de pelota, o directamente relacionadas con el dios de la lluvia, como lo vemos en el Templo Mayor de los aztecas. Se le han atribuido dos funciones diferentes: como altar en el que se colocaba la ofrenda dedicada al dios, ya fueran alimentos, corazones u otros dones y como piedra de sacrificios.

Otro aspecto interesante es que este tipo de escultura corresponde en su mayoría al Posclásico, es decir, a los años 900-1521 de nuestra era.

Entre las interpretaciones que se han dado acerca de este personaje están aquellas que lo identifican con un dios específico, como un intermediario entre los ofrendantes y los dioses, o como un guerrero. Quizá no siempre tuvo el mismo significado, pues bien sabemos que una determinada representación puede cambiar con el paso del tiempo. Por ejemplo, entre los belicosos toltecas hubiera podido representar a un guerrero, pues posee atributos muy similares a los de los atlantes: está armado, luce el pectoral de mariposa y lleva un navajón atado en el brazo. En el caso de los Chac Mool encontrados en Tenochtitlan, que tratan de imitar a los toltecas, vemos que guardan estrecha relación con el dios de la lluvia, Tláloc. Un reciente estudio (Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, “Los mexicanos y el Chac Mool”, en la revista Arqueología mexicana, México, 2001, pp. 68-73) hace ver que en el caso de estos últimos, que hasta el momento suman una docena, tanto los más tempranos como los de la época imperial están asociados a este dios. El caso más claro es el Chac Mool localizado en su sitio original, frente al adoratorio de Tláloc en el Templo Mayor de Tenochtitlan. A éste hay que sumar la cabeza hallada en el núcleo de la misma etapa constructiva, y cuyo rostro muestra una posible parálisis facial, enfermedad relacionada con Tláloc.

Como puede verse, esta figura, por sus peculiares características, siempre ha despertado el interés de los estudiosos. Presente en muchas partes de Mesoamérica, pero sobre todo en Tula y Chichén Itzá, además de la capital azteca, se ha tratado de establecer su función y a quién está dedicado. Nuevos hallazgos habrán de ayudar en la interpretación de este enigmático personaje que, incluso, por su posición inverosímil, llegó a influir en la creatividad de modernos escultores, como el caso de Henry Moore, en figuras recostadas de gran fuerza y dinamismo, tal como sus antecesoras creadas por anónimos escultores mesoamericanos.
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